Alonso Martínez Celis, un estudiante de II°A, ha recorrido un camino lleno de desafíos y descubrimientos en el mundo de las matemáticas. Desde sus primeras dificultades hasta su reciente participación en las Olimpiadas Nacionales de Matemáticas en Santiago, su historia es un testimonio de perseverancia y pasión por el aprendizaje.
La tarea no fue fácil. Hubo 10,000 inscritos a lo largo de todo Chile en los diversos entrenamientos, mientras que 4,000 estudiantes rindieron la fase regional. Finalmente, solo 186 jóvenes fueron seleccionados para participar en la última fase que se desarrolló entre el 17 y el 18 de octubre en el Campus Peñalolén de la Universidad Adolfo Ibáñez.
¿Cómo llegaste a estas Olimpiadas Nacionales de Matemáticas?
Un día, el profesor Claudio Briceño nos dijo en clase que podíamos postular a una competencia de matemáticas en la que podríamos ganar un pase a las Olimpiadas. Yo había pensado en no participar, pero un día antes, una compañera me sugirió que nos inscribiéramos, y otra compañera también se sumó. Así que éramos tres.
¿Y cómo fue la experiencia con esa primera prueba?
Se realizó en la UACH y fue bastante difícil; realmente complicado. Como es una competencia, las pruebas son un poco densas. Después de casi un mes, nos dieron los puntajes y me dijeron que había obtenido doce puntos, lo que fue el puntaje más alto del colegio. No lo podía creer, porque pensaba que no me había ido bien en la prueba. En ese momento, solo conocíamos los puntajes del colegio; aún no sabíamos cómo le había ido a los demás para ver si había clasificado. Dos semanas después, estaba en la clase de Física, faltaban como dos minutos y el profesor me dijo frente a toda la clase: “Alonso, vas a Santiago”. Quedé en shock.
¿Cómo fue tu preparación para esa instancia?
La última semana me dediqué a prepararme mentalmente, porque al principio no me lo creía. Me comentaron que había dos o tres personas de otro colegio que también eran de II° medio, pero no sé nada más. Así que la preparación ha sido bastante individual.
¿Cómo desarrollaste el gusto por las matemáticas?
Cuando era niño, nunca fui bueno en matemáticas. Hasta 4° básico, todo era muy fácil, pero después, cuando empezaron a enseñarme las multiplicaciones y divisiones, ahí me estancaba, y eso afectó mucho mis notas. Recuerdo que en 8° empecé a estudiar porque me estaba yendo muy mal. Comencé a aprender diversos procedimientos para hacer multiplicaciones y divisiones más fáciles; me aprendí las tablas de multiplicar ya bastante grande y, a partir de ahí, me empezó a ir mejor. Finalmente, me invitaron a participar en el CMAT. La primera vez no pasé la primera ronda, pero al año siguiente tuve otra oportunidad y ahí logramos clasificar a más instancias.
¿Qué esperabas de esta clasificación a las Olimpiadas Nacionales de Matemáticas? ¿Cuáles fueron tus expectativas?
Fui a disfrutar y a vivir la experiencia. No quise pensar mucho en que estaba representando a una gran cantidad de personas, porque no quería sentirme presionado. Me enfoqué en aprender y conocer la universidad y la ciudad, ya que nunca había viajado a Santiago. Para mí, estar ahí ya fue un gran logro; haber llegado a ese nivel. Obviamente, también me enfoqué en darlo todo en la prueba. Si ganaba o no una medalla, ya me sentía un ganador total por haber clasificado y viajado. Porque si le decías a mi yo de séptimo básico que iba a ir a Santiago por un campeonato de matemáticas, no lo hubiera creído.
¿Qué le dirías a aquellas personas que les cuesta la matemática para motivarlos a que empiecen a participar en estas instancias, o quizás a tus compañeros que tienen talento pero no se atreven a participar?
Les diría que se atrevan, que le den una oportunidad, porque este tipo de competencias siempre ayuda en las clases y a desarrollar el pensamiento lógico-matemático. Aquellos que piensan que son malos en matemáticas deben darse la oportunidad de ir más allá. No necesariamente lo hagan por las notas, sino que tengan ganas de hacer las cosas bien, aunque se equivoquen. En matemáticas, yo me equivoco todo el tiempo, pero mientras más me equivoco, más aprendo. Así que les diría que se lancen a la aventura.
La historia de Alonso Martínez Celis es un claro ejemplo de que el esfuerzo y la perseverancia pueden transformar los desafíos en logros. Su recorrido en el mundo de las matemáticas nos recuerda que, a pesar de las dificultades, siempre es posible reencontrar la pasión por lo que hacemos. Alonso no solo ha demostrado que es capaz de competir a nivel nacional, sino que también inspira a otros a superar sus propias barreras.
“Cada error es una oportunidad para aprender”, dice Alonso, y con esa mentalidad, invita a todos los estudiantes, especialmente a aquellos que se sienten inseguros en matemáticas, a atreverse a participar y a descubrir su potencial. Su mensaje es claro: no importa cuán difícil parezca el camino, lo importante es dar el primer paso y disfrutar del proceso. Así, con dedicación y una actitud positiva, cada uno puede alcanzar sus metas y, quién sabe, quizás algún día estar en su lugar, representando a su región en las Olimpiadas Nacionales de Matemáticas.